Domingo de Pentecostés

20.05.2018

RECIBID EL ESPÍRITU SANTO... (Jn 20, 19-23)

Celebramos hoy la fiesta de los presentes, las dádivas, del don de los dones, que es el Espíritu Santo.

El Señor, soplando sobre sus Apóstoles, les dijo: "Recibid el Espíritu Santo", constituyéndoles así prelados de su Iglesia y dándoles el poder de atar y desatar.

Podemos considerar la grandeza del don del Espíritu Santo con todos sus efectos, como enviado por el Padre Eterno y por nuestro Señor a su Iglesia, o también como enviado a cada uno de nosotros en particular.

El temor, que se llama don del Espíritu Santo, no solamente nos hace temer los juicios divinos sino que nos hace temer a Dios como Juez nuestro y por tanto, nos lleva a huir del mal y de todo aquello que sabemos desagrada a Dios. Pero no debemos estar en postura de temor, ni dejarle entrar en nuestros corazones, ya que ese lugar ha de estar ocupado por el amor...

La piedad es un temor filial por el cual miramos a Dios como juez, pero también como Padre, temiendo desagradarle y deseando darle gusto. Por el don de ciencia, el Espíritu Santo nos ayuda a reconocer las virtudes de las que tenemos necesidad y los vicios que debemos evitar.

El cuarto don también nos es muy necesario, el de la fortaleza, porque sin él, los precedentes no nos servirían de nada. ¿En qué consiste este don?

Con él se supera uno a sí mismo para poder someterse a Dios, mortificando y suprimiendo en nosotros toda superfluidad e imperfección, por pequeñas que sean.

Pero ya resueltos y fortalecidos, necesitamos el don de consejo, para saber escoger las virtudes que nos son más necesarias, según cada vocación.

El don de entendimiento nos hace comprender la verdad de los misterios de nuestra fe, y la necesidad que tenemos de fijarnos en la verdadera esencia de las virtudes y no solamente en la apariencia exterior que puedan tener.

El don de sabiduría nos da sabor, estima y contento en la práctica de la perfección cristiana.

(San Francisco de Sales. Sermón del 7-6-1620. IX, 315-317, 322)